La integración social, como todas las profesiones socio sanitarias, es, sin duda, vocacional. El trabajo con personas es siempre diferente, tanto como cada persona o situación con la que nos encontramos en nuestro día a día. Por eso, desde el Centro de Formación Profesional Sociosanitaria San Juan de Dios, nos esforzamos cada día por dar un paso más en la enseñanza a nuestros alumnos.
Así, durante el curso que está a punto de finalizar, la profesora Laura Trompeta, docente de Sistemas Alternativos y Aumentativos de Comunicación, llevó a cabo junto a Beatriz Paredes, antigua profesora del centro, una dinámica sobre la sordoceguera. La práctica se realizó con los alumnos de 2º de Integración Social y tuvo una gran acogida por la innovación y curiosidad que suscitó este aprendizaje para ellos.
La dinámica se hizo por parejas, uno interpretaba el papel de una persona sordociega y el otro interpretaba el papel de guía. Después, los alumnos intercambiaban estos papeles para poder tomar conciencia de las diferentes experiencias y sensaciones. De este modo, por un momento, los alumnos podían ponerse en la piel de una persona sordociega y vivir los peligros, emociones y habilidades de este colectivo. En otro momento, también podían vivir los riesgos y la responsabilidad del guía que dirige a un sordociego, además de aprender las destrezas y pautas básicas para realizar dicha tarea.
Los alumnos pudieron aprender diferentes técnicas y estrategias sobre la guía de personas sordociegas, como la posición que debe ocupar el guía, la velocidad en la marcha, cómo indicar los giros o realizar adecuadamente el paso por puertas o lugares estrechos, y realizar actividades tan cotidianas como la subida y bajada de escaleras o el sentarse y levantarse.
Al finalizar la dinámica, los alumnos manifestaron que habían sentido miedo en más de una ocasión, en especial cuando adoptaron el papel de sordociegos, por el cambio tan significativo que supone perder la vista y el oído. Aprendieron también, de un excelente modo, a centrar su atención en otros sentidos que, en el día a día, no apreciamos ni desarrollamos de manera tan significante como la vista y el oído. Uno de los alumnos comentó que había podido reconocer cuándo un profesor pasó por su lado solo por la fragancia que llevaba; otra alumna manifestó cómo había notado cada uno de los detalles de los grabados que hay en los bancos de nuestro centro, en los que hasta ese momento no había reparado.
Durante el ejercicio, comprendieron que la responsabilidad de un guía radica en transformarse en ojos y oídos. Esta figura se transforma también en la autonomía del sordociego, puesto que gracias a él puede realizar actividades por sí mismo sin tener que depender de la familia.
Pero lo más importante es tener conciencia de que la persona sordociega es, ante todo, eso, una persona, y como tal debemos respetar su espacio, su entidad como sujeto, sus emociones y sus decisiones. La tarea de un guía es, por tanto, conducir, acompañar y orientar a la persona sordociega, desde el máximo resp eto a su identidad.